Leer ya no es lo que era antes.
La saludable y a la vez didáctica costumbre de coger un libro y disponerse a
leer se está perdiendo cada día mientras el número de televidentes y usuarios
de Internet incrementa. Sí, desde luego
que leer ya no es lo que era antes… El tiempo pasa cada vez más rápido y
hacemos más número de cosas por día. Los jóvenes lo notan. Lo notan sus padres.
Ya no queda tiempo para nada porque con los años nos hemos vuelto más
impacientes y nos hemos acostumbrado a tener las cosas cuando las pedimos.
Internet ha
hecho nuestras vidas más fáciles de resolver. Nos ha enchufado a un flujo
constante de información del cual, por mucho que queramos, ya no podemos
liberarnos. Y ya no concebimos la idea de buscar información en una
enciclopedia o de estudiarnos una novela de ensayo. Todo está en Internet. Y
por lo tanto, no sería menos que intercambiásemos nuestras queridas páginas
impresas por espejos negros imitadores de algo tan sencillo pero a la vez tan
único como lo es un libro.
El ser humano,
a lo largo de la historia se ha ido adaptando a su entorno, evolucionando,
fallando pero sobretodo aprendiendo. En su momento, uno no podía imaginarse la
idea de copiar un libro cientos de veces hasta que Gutenberg manufacturó su
primera imprenta. Los libros en papel se han ido confeccionando a lo largo de
las décadas hasta hace pocos años con la aparición de libros digitales en 2010.
¿Qué deberíamos hacer? Siempre existirán los fieles al papel pero, el número de
jóvenes que leen deja de disminuir desde entonces ya que ahora podrán llevarse
el libro digital, iphone o ipad a cualquier parte y leer a un precio mucho más
bajo.
Las pantallas
son los nuevos ojos del mundo y (lamentablemente o afortunadamente) le han
robado el protagonismo a los libros y a los hábitos de lectura. Los avances en
la tecnología, ya sean para bien o para mal, definen una época y a los que
viven en ella. La aparición de Internet no es buena ni mala, simplemente nos
ilustra de manera fidedigna la dirección en la que circulamos todos. De la
misma manera que un oso polar se adapta a las bajas temperaturas, nosotros, como seres humanos que somos,
nos seguiremos adaptando a nuevas formas de lectura y de vida.