domingo, 27 de septiembre de 2015

Para Laura,



“El sol ardiente ya se asoma  marcando su esférico y repetitivo paseo cuando miro por la ventana del tren. El humo espeso y negro de la máquina de vapor pasa a mi lado y desaparece en cuestión de segundos mezclándose con el puro y tranquilo aire del campo. A mi derecha, una llanura pintada de amarillo y con detalles naranjas como un campo de batalla cuya trinchera enemiga mis ojos no alcanzan a ver. Pero es a mi izquierda lo que de verdad me llama, lo que me interesa, lo que hace que torne la vista… Mirándome con los ojos llorosos esta ella. Es curioso, ella llora pero sabe que le va a cambiar la vida… Sin embargo, yo, no estoy llorando. En mi cara esta dibujada una sonrisa de niño que no conoce la verdad detrás de la mentira. Con fuerza sostiene la maleta y comprendo. El campo a mi derecha es tan solo un desierto y ese amarillo casi dorado se vuelve de color marrón y poco a poco se apaga sin dejarme apenas ver un rayo de luz. El humo negro me ahoga. Yo algo si que sé con certeza y es que deseo lo mejor para ella. Pero me mira y piensa en lo que deberá estar pasando por mi cabeza. Entonces ella se levanta del asiento y me mira como una mujer que despide a su soldado, extiende los brazos y me abraza con gran pasión. Yo estoy helado sin saber lo que de verdad ocurre. Y la abrazo con fuerza y mis ojos rompen a llorar cuando descubro al fin que ella no se baja en la misma estación en la que me bajo yo.”



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