domingo, 27 de septiembre de 2015

EL OTRO CAMINO: GANADOR DEL PREMIO CERVANTES DE 4º ESO

EL OTRO CAMINO

“Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo
Y tomé el menos transitado
Y eso ha marcado toda la diferencia.”
-Edward Frost- “The road not taken”

La luna que marca el inicio del frío ya se asoma entre las nubes. Su luz perfila la exuberante y hermosa silueta de la montaña que abraza a nuestra tribu. Si se presta atención, dice Naomi, por las mañanas, se puede oír a los árboles susurrar canciones a los árboles más bajos, que se puede distinguir el arrastrar de un gusano con el revolotear de una mariposa y más aún se puede notar en nuestra piel el calor del bosque que nos proporciona vida.

Tengo quince años y me llamo Sakuna, que significa pájaro en la lengua de los sioux. Sé que soy demasiado joven para aventurarme por el paraje de lo desconocido y que si Naomi supiera que salgo a cazar cada noche, probablemente me castigaría. Lo que me obliga a salir es saber que el invierno está a mis espaldas y que moriremos de hambre como no encontremos una nueva fuente de comida. Muchos de nuestros hombres sugerían a Naomi abandonar nuestro valle en busca de una tierra más fértil.

No hace mucho recibimos un ataque de los colonizadores y aunque conseguimos defender con éxito a las mujeres y niños del poblado, no quedó nada de nuestros hogares. Nuestros huertos se convirtieron en tierra muerta por culpa del incendio provocado por sus antorchas. Nuestro poblado ardiendo ahuyentó a todos los animales que vivían cerca lanzándonos a nosotros a la posibilidad de una muerte rápida. Ahora solo podemos hacer una cosa: sobrevivir, que es lo que también hicieron nuestros antepasados en los días en los que la naturaleza no respondía a nuestras llamadas.

Cojo las pieles y el arco y asomo la cabeza por la ranura del tipi. Una niebla espesa y blanca me dificulta ver más allá. Mantengo mis ojos concentrados en empezar a distinguir. Todo el campamento duerme dándome la posibilidad de poder escuchar los mágicos sonidos que nunca antes había oído. A pesar de la gran capa de nieve que pinta de blanco nuestro campamento, y el bosque entero, puedo oler las brasas del día anterior que elevan una minúscula columna de humo gris al cielo. Pongo un pie en la nieve y puedo sentir la extraña sensación de la nieve quemándome y causando un escalofrío por todo el cuerpo. Salgo por completo y esa niebla poderosa me envuelve en sus brazos. Nayeli, la loba de Naomi permanece tendida frente a la puerta. Abre los ojos al olerme pero no realiza ningún movimiento más. Me voy más a gusto sabiendo que toda mi familia esta segura gracias a los lobos de nuestra tribu.


El campamento es un elemento más en la lejanía cuando dejo atrás los primeros árboles del bosque. Acostumbraba a ir con Naomi, fue ella la que me enseñó a cazar, a saber qué plantas son las seguras y cuales no debo ni tocar, a disfrutar del bosque como un segundo hogar y lo más importante: me hizo un hombre fuerte y luchador por las cosas que más amo.

El bosque es muy diferente al campamento, los sonidos y los olores se multiplican. El susurro de los árboles, el batir de las alas de los insectos, las pisadas de los roedores en la nieve y muchos otros sonidos indescriptibles resuenan tras los árboles. Cuando estoy aquí solo, lo tengo todo, y a la vez no tengo nada, es la cualidad más bonita del bosque. “Un día el bosque te da lo que necesitas y al día siguiente te lo arrebata de la manera más cruel…” Es lo que Naomi llama Amor de la Naturaleza, porque a la vez que nos mantiene, nos lo quita todo haciéndonos más fuerte y aprendiendo a buscar una estrella en la más oscura de las noches.

Sigo el camino que solía seguir con Naomi y tal y como decían los hombres de nuestra tribu, no se ven ni conejos, ni ciervos, ni jabalíes, ni osos, los animales que nos dan la vida… Naomi siempre me decía que no me separase del sendero marcado puesto que perderse en la montaña supondría la muerte en pocos días. Nadie de la tribu se atreve a desobedecer las órdenes de Naomi puesto que no sería la primera vez en desterrar a alguien y abandonarlo a su suerte.

Camino por el sendero marcado por rocas a ambos los lados. Este camino recorre muchos de los recovecos de la montaña, pero no todos. Me encantaría poder explorarlos algún día, si es que decidimos quedarnos aquí. La sensación de saber que no encuentras comida y que tu gente muere cada vez más rápido se me clava como una flecha en el epicentro de mi ser.

Hechizado por la hermosura de aquel bello paraje, mis piernas andan solas por el sendero hasta desprenderse de él y darme cuenta cuando ya es demasiado tarde. Fuera del camino, el bosque es mucho más denso y el follaje acompañado de un montón de ramas y raíces en el suelo me impiden moverme con facilidad. Si algo sé con certeza es que estoy completamente perdido, a merced de la compasión del bosque. Un miedo atroz inunda mi cuerpo de repente. Mi cuerpo no sabe adonde ir y por fin decido acallar mi mente y quedarme quieto, y sentir que estoy conmigo.

Dicen los sabios que nuestro destino esta escrito en las estrellas y que es imposible cambiarlo. ¿Es este mi destino? ¿Estoy condenado a morir solo al amparo del frío y del hambre? Los primeros rayos de sol de la mañana se filtran entre las ramas de los árboles. El campamento despierta y si se percatan de que no estoy… ¿Qué será de mi? Debí prestar atención al camino… Moriré como un animal indefenso, solo, y lo peor de todo, nadie sabrá donde encontrar mi cadáver. Tiendo mi cuerpo sobre la nieve esperando una mano que me levante y me lleve a casa, pero esa mano nunca llega y mis ojos se cierran, y mi corazón su puerta cierra, y mi alma se cierra, y las pocas posibilidades de sobrevivir se cierran. Mi pensamiento pierde la noción del tiempo. ¿Cuántas horas llevo aquí…? El no saber me tortura cada vez más… Muero, lentamente, el frío ardiente me envuelve desgastándome y desvaneciéndome pausadamente… Esta es la belleza del bosque, lo que hoy tienes, mañana te lo pueden arrebatar… Entre la oscuridad de la noche que se apropia del bosque, un haz de luz con apellido de muerte llega hasta mi y para mi sorpresa, no me lleva con él sino que se acerca a mi oído y me susurra con carácter fuerte: “Todavía no.” Abro los ojos. Me levanto. Una ola de valor me sacude el cuerpo impulsándome a luchar. “No me pregunto quien soy pero mi instinto me guiará hacía donde voy” no dejo de repetirme a mi mismo. Y aunque lo que sigo no es un camino definido, mi instinto me conduce a lo menos esperado.

Un bello claro en el bosque se abre ante mis ojos. Mi instinto no ve el fin de este claro. Pero no es el claro lo que me sorprende, sino la gran cantidad de animales que corren por él. Tantos animales como miles de tribus podrían abastecer.  Mis ojos no podían entender tal prosperidad de vida, armonía y amor pero pronto regresa a mi mente el amargo recuerdo de que no se donde estoy. Después, me doy cuenta de la valiosa lección que he aprendido por encima de estar perdido.


Caminé por un camino ya antes caminado. Me perdí en la exuberancia del bosque pero, el haberme perdido ha valido la pena.





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